Introducción
¿Qué te parece la idea de una enorme multitud de personas creyendo que el trueno y los temporales son producto de la ira de los dioses? ¿Qué piensas de la creencia de que un titán, sentenciado por el dios Zeus a cargar el mundo sobre sus hombros, era quien mantenía separados el cielo de la tierra? Hoy, lo más probable es que nuestra reacción sería considerar esas creencias como producto de la ingenuidad de aquellas personas. Podríamos incluso compararlo con nuestra actitud frente a la creencia de los niños en el “cuco”, el “ratoncito Pérez” o el “Hada de los dientes”. Son creencias que permiten explicar ciertas situaciones o fenómenos con narraciones simbólicas llenas de lo que podríamos denominar “magia”. Estas narraciones intentan dar sentido a un hecho que queremos interpretar y comprender.
Y creemos… todos creímos alguna vez en esas historias (¡y qué momentos vivimos cautivados por esa magia, ¿no?!) Veamos ahora qué sucede cuando comenzamos a cuestionar esas explicaciones (porque en algún momento dejamos de creer), cuando superamos la ingenuidad y ya no nos basta con una narración simbólica; veamos qué pasa cuando superamos el mito y nos acercamos al logos.
Atlas era un fuerte titán en la mitología Griega (…) Zeus le impuso un castigo a este dios y era cargar el arco de los cielos sobre sus hombros. (…) Este castigo se lo había impuesto Zeus por haberse aliado con Cronos para apoderarse del cielo, esta batalla duró 10 largos años y los Titanes fueron vencidos. Extracto del Mito de Atlas |
Como pudiste ver en el contenido anterior, entre los factores determinantes para el despliegue de la filosofía encontramos, por una parte, el asombro ante el espectáculo de la naturaleza y, por otra, la geografía portuaria de Grecia, la que permitió un enriquecedor intercambio cultural. Junto a estos factores, uno de los elementos esenciales que marcan el inicio de la filosofía como disciplina de estudio es el denominado paso del mito al logos.
Logos (λογος) significa pensamiento, conocimiento, sistematización de lo que se sabe entregándole un orden específico. Por ejemplo, el sufijo -logía viene de esta palabra, por eso es que la biología es el estudio de la vida (βιο), o la psicología es el estudio de la psiquis (Ψιχ?), que para los griegos se traducía como alma o mente (no hay diferencia para ellos).
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Y es que ese tránsito desde la narración simbólica hacia la búsqueda de explicaciones basadas en la razón marca también el paso desde la ingenuidad y credulidad al cuestionamiento reflexivo; el pensamiento que cuestiona las verdades establecidas (en este caso, los mitos) es un salto desde el saber ingenuo al pensamiento crítico.
1- De la ingenuidad al cuestionamiento: el Pensamiento Crítico
Cuando hablamos del pensamiento ingenuo, nos referimos a un pensamiento caracterizado por asumir ciertas verdades transmitidas por la tradición o la costumbre, siendo solo ese el soporte de dicha verdad: la tradición o el acato de la sociedad en que habitamos. El pensar ingenuo se caracteriza, entonces, por no requerir ningún tipo de esfuerzo de nuestra parte; es espontáneo, ya que se da por el solo hecho de habitar en una sociedad y de estar en contacto con otros. Es el saber que surge de la cotidianeidad.
Por otro lado, encontramos el pensamiento crítico, con características que se oponen a la espontaneidad del pensar y saber ingenuo. Cuando nos referimos a pensamiento crítico, hacemos alusión a un pensamiento que separa y que examina detenidamente cada parte de lo analizado. Y este pensamiento requiere de un esfuerzo para asumir la actitud crítica, una actitud disciplinada y abocada al estudio sistemático; debemos salir del estado habitual del pensar espontáneo para pasar a un estado de disposición al pensar metódico. He aquí el esfuerzo que nos exige el pensamiento crítico.
Crítica, del griego Krínein, que significa “discernir”, “separar”, “distinguir”. “Crítica”, entonces equivale a "examen" o "análisis" de algo. |
El esfuerzo del que hablamos sigue cierta lógica para obtener el conocimiento pretendido:
En este mismo camino, y dentro de este método o procedimiento surgen las razones o fundamentaciones de ese conocimiento, lo que permite que lo admitamos como verdadero. Y es esta una característica esencial del pensamiento crítico: no se acepta ni se admite conocimiento alguno sin una fundamentación, sin razón de. A diferencia del saber ingenuo que no cuestiona y no busca razones, el pensamiento crítico no concibe conocimiento sin contar con sus cimientos.
En relación a esto, podemos apreciar uno de los más célebres pasajes de la República de Platón. En el libro VII encontramos “La alegoría de la caverna”. Te invito a leer un extracto de ésta:
La república, Platón Extracto de libro VII (…) Sócrates: – Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ella están desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les impiden girar en derredor la cabeza. Más arriba y más lejos se halla la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un tabique construido de lado a lado, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos. Glaucón: – Me lo imagino. S: – Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan sombras que llevan toda clase de utensilios y figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y otros callan. G: – Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros. S: – Pero son como nosotros. Pues, en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o unos de los otros, otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen frente a sí? G: – Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas. (…) S: – ¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales transportados? G: – Es de toda necesidad. S: – Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, qué pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz y, al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora en cambio, está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente?… (…) S: – Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de llegar hasta la luz del sol, ¿no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a la luz, tendría los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno solo de los objetos que ahora decimos que son los verdaderos? G: – Por cierto, al menos inmediatamente. S: – Necesitaría acostumbrarse, para poder llegar a mirar las cosas de arriba. En primer lugar, miraría con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos… G: – Sin duda. (…) S: – Y si se acordara de su primera morada, del tipo de sabiduría existente allí y de sus entonces compañeros de cautiverio, ¿no piensas que se sentiría feliz del cambio y que los compadecería? (…) S: – Piensa ahora esto: si descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento, ¿no tendría ofuscados los ojos por las tinieblas, al llegar repentinamente del sol? G: – Sin duda. S: – Y si tuviera que discriminar de nuevo aquellas sombras, en ardua competencia con aquellos que han conservado en todo momento las cadenas, y viera confusamente hasta que sus ojos se reacomodaran a ese estado y se acostumbraran en un tiempo nada breve, ¿no se expondría al ridículo y a que se dijera de él que, por haber subido hasta lo alto, se había estropeado los ojos, y que ni siquiera valdría la pena intentar marchar hacia arriba? Y si intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿no lo matarían, si pudieran tenerlo en sus manos y matarlo? – Seguramente. (…) |
Podemos aprovechar este extracto del texto para graficar una idea fundamental en la comprensión del pensamiento crítico: las sombras del interior de la caverna que describe Platón son percibidas sin exigir esfuerzo alguno por parte de los prisioneros. Es solo observar lo que los “titiriteros” quieren mostrar, proyectando sus sombras en el fondo de la caverna… ¿te parece que pueda haber en la actualidad algún tipo de caverna? ¿crees posible que hoy, en pleno siglo XXI, seamos prisioneras o prisioneros, en el sentido que lo expone la alegoría que acabas de leer? Te invito a reflexionar y a imaginar la alegoría reemplazando las sombras de la caverna por la información que circula en tus redes sociales. Podrías sacar interesantes conclusiones.
En el texto podemos observar también el tremendo esfuerzo que involucra el hecho de salir de la caverna; el prisionero que sale se enfrenta a la ceguera momentánea, a la confusión por esa nueva realidad ante sus ojos y al posterior ridículo al que se ve expuesto ante aquellos que no conocen más que lo que se les quiere mostrar. Los prisioneros que no han salido de la caverna ven los efectos de haber salido de ella en su compañero, quien habla de cosas impensadas para ellos, desconocidas y que les provoca por lo menos inquietud, desasosiego y, a la vez, la sensación de inseguridad, por lo que ven como la mejor opción mantenerse en la caverna y sus sombras, es decir, en la comodidad de la ignorancia. Podemos observar aquí una analogía entre el pensar ingenuo de los prisioneros (observación de sombras) y el pensamiento crítico del prisionero liberado (observación de la realidad exterior de la caverna).
2- Liberarse de las sombras: El desarrollo del conocimiento
Para comprender de mejor manera lo que hemos venido estudiando, te invito a observar estos dos momentos de la alegoría de la caverna del siguiente modo:
Prisioneros ante las sombras |
Prisionero liberado |
Lo que “conoce” es solo una faceta de lo que realmente es (el objeto que proyecta la sombra). |
Tras la ceguera y confusión que le provoca ver la realidad al desnudo, comprende que aquello que daba por verdadero, no eran más que sombras, una representación de lo real. |
Actitud espontánea e ingenua ante lo que se nos muestra como cierto. |
Pensar crítico que analiza, examina y evalúa ante lo que se cree como cierto. |
Ejemplo |
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Lo que un niño ve es el sol moviéndose lentamente y transitando de un lado al otro por el cielo. |
El sol no se mueve. Somos nosotros, es decir, la tierra la que gira a su alrededor. |
El conocimiento de los movimientos de rotación y traslación no son saberes de los que nos apropiemos de manera espontánea (pues lo espontáneo, lo evidente, es ver al sol moverse), sino que requieren del estudio y la comprensión de un sinnúmero de otros saberes previos a dicha conclusión. No podemos hablar de los movimientos de la tierra o del sol sin conocer lo que es -en teoría- el universo, la gravedad, el movimiento, la perspectiva, la luz, etc. |
Para cerrar este contenido, debemos agregar que el pensamiento crítico se atribuye tanto al saber filosófico como científico, tal como pudiste observar en el ejemplo anterior. Ambos saberes requieren de un pensamiento metódico, organizado, analítico en tanto buscan los fundamentos de los conocimientos a los que se dedican. En futuros contenidos abordaremos las similitudes y diferencias entre el conocimiento científico y el filosófico.